viernes, 17 de noviembre de 2006

Las puertas de la Muerte y la Nada



Las puertas de la Muerte y la Nada
(Romeo Marta)


¿Si no se conoce todavía la vida , como será posible conocer la muerte?
Confucio


No tengo miedo de morir, sino de desaparecer. La sensación incomprensible de la nada.

Hoy es día de los muertos, la cancha está llena de Tanta Wawas[1], niñitos de pan que recuerdan a los que murieron y también a adultos que ya no están. Anoche, pasó la Walpurjis Nacht[2], niños disfrazados como idiotas, con frutos, dulces y la fiesta pagana hecha noche tenebrosa[3]. Esperé a los espíritus celtas con mis frutas en la puerta, miré por la ventana de nuestra casa tiquipayeña para ver si asomaba el zapallo con su sonrisa, su cabeza que concede deseos, esperé a mis abuelos.

Nada pasó.

Tómese cinco minutos del día. Respire y sentado pero erguido concéntrese en anular su existencia, piense e imagine como es el temible “después”, la Nada. Vea cuánto tiempo aguanta presintiendo el horrendo umbral del Nirvana[4]. La Nada existe. Quizás por ello precisamente filósofos y semiólogos se han ocupado de afirmar que “Si existe, ya no es nada”, pero ese silogismo es un juego, no tiene mucho que ver con la percepción o la No-percepción definitiva que, en este caso, es la Nada: el antes y después de la entropía y el tiempo. Quizás lo que paraliza a Stephen Hawking[5] más allá de lo congénito, para quien la Nada, es meramente conceptual, un temor evocado e irrealizable.

Los muertos en Bolivia se quedan del mediodía del uno de noviembre al mediodía del dos. Antes, tengo entendido, la gente los sacaba de sus tumbas y los ponía en la mesa, de allí el famoso mast´aku[6], preparado con los platos que les gustaban en vida. Imagínense al abuelo con su quijada caída, mientras los familiares extrañan su forma de mirar, sus latidos imperceptibles. En la noche del 2 hay que sacar a los muertos de la casa, chicoteando con un látigo el aire para que se vayan, para que no piensen que pueden quedarse o se acostumbren a la gloria de estar vivos.

En Pedro Páramo, Rulfo revuelve a los muertos, que quieren seguir comiendo, bebiendo, amándose y que recuerdan la vida con más pasión que los vivos. En el Run Run, Rocha Monroy visita la fiesta en el camposanto, las calaveras chichean, comen como buenos cochabambinos. Poe hipnotiza a un agonizante Valdemar[7] para que le cuente cómo es la vida ulterior, luego del episodio, Valdemar se pudre inmediatamente ante la vista de un Poe desesperado, cataléptico-fóbico, viudo interminable, aterrado como muchos por el cantar del cuervo: “Nunca más”. La Nada es ese reencuentro que no sucede o del cuál ya se ha perdido esperanza. Para Jodorowsky[8], el universo mismo es una flor de loto que muere y renace sin cesar, la araña que mata a la mosca reencarna en la mosca que mira con terror a su depredador y la entropía sucede al big bang, lo precede, le da razón atemporal.

Recuerdo – hace añadas - que en los buses amarillos de nuestra ciudad algunos Hare Khrsna solían viñetear un cuadrito donde se observaba un hombre con cabeza de vaca, a punto de hundir su hacha en una vaca con cabeza de hombre. Escalofríos, cada vez que comes un pedazo de fricasé corres el riesgo de ser – en la siguiente vida – el chancho que chillará seis horas mientras pierde sangre en el patio de adobes. ¿Han visto morir a un chancho de una puñalada[9]? Yo sí, es peor que ver morir a un hombre.

Cielo, Nirvana, Olimpo, Todo. Infierno, Sehol, Samsara[10], Nada. Sábato dice que en realidad todo es una trampa. Que ya hemos muerto[11], que no nos queda otra que reencarnar una y otra vez en este infierno terrestre, creyendo en un Cielo que para siempre está perdido. Mi primo, a sus diez años y luego de una paliza propinada por mi tío, solía decir llorando: “¿Qué puede ser peor que esto?. Yo creo que este es el infierno, ni la Nada puede ser peor”. Para mí lo es. En un cuento de terror viejísimo alguien menciona que el Cielo sólo se recuerda en la niñez, pues de allí viene el alma desterrada a enfrentarse en el reto carnal y el resto es un largo trajín hacia la pérdida de la memoria, el cuento se llama “Es tanto lo que he olvidado”.

Pero Sábato también habla de una comprobación ontológica[12], dice que si la Nada es la manifestación incorporada de la desesperación, por fuerza, el Siempre, el Todo, tendrá que ser la encarnación de la esperanza. Cortázar y Borges con toda su erudición enciclopedista y descreimiento sistemático, vigilan de cerca a dioses que murmuran esperanzas, a vidas después de la muerte[13], por lo menos a bibliotecas sempiternas[14] o a persecuciones reencarnantes. Einstein cuestiona los canvas de Dios que pinta la religión, pero no la voluntad creadora, no el Ente; para él, el tiempo – quizás la más horrenda atribución de la Nada, por ser interminable – es relativo a la conformación de la masa. ¿Hay entonces un lugar sin tiempo en el universo? . ¿Ese lugar será el agujero imperceptible de la Nada o el Latido Primigenio de donde viene y a donde va Todo?

Personalmente, prefiero el infierno a la Nada, quiero con toda mi alma ver al gran Fantasma. Prefiero creer en la inmortalidad que pensar que somos un guiño estúpido sin ojo, una mala broma nacida para la angustia de la extinción, un pedazo de ADN respirante que apareció por azar. Para los taoístas, el cuerpo es un oído esperando captar las verdades del Camino[15], para ellos la Fe, es cuestión de salud y de armonía, de átomos pactados con el Gran Objetivo de la Vida, en el Tao sólo hay Ying y Yang, la Nada no tiene lugar. Sin embargo, otros prefieren no creer, su tranquilidad frente a la Nada me parece digna de admiración, yo, frente a ellos, debo ser un descomunal miedoso.

La ciencia occidental está confeccionada para la incredulidad y la desesperanza; el racionalismo y su perseguida y progresista pureza han traicionado al hombre hasta sumergirlo en la modernidad... eso mascullamos creyéndonos posmodernos. La mística de la muerte es para la ciencia una explicación matemática. No ves la luz al final del túnel, resulta que son neuronas que queman oxígeno. No existe una reencarnación, son solamente memorias genéticamente transmitidas en brincos generacionales. Los fantasmas y sus sonidos son ondas sonoras de naturaleza tetradimensional. Todo, todo tiene su pomposa explicación[16]. El miedo a desconocer es casi igual que el miedo a conocer. La muerte desconocida y el temor que engendra puede dar lugar a explicaciones tan confusas como las que tratan de definir al mismísimo Dios, otro Tremendo pero Omnipotente Desconocido[17].

La muerte viene a sentarse a la mesa en Todos Santos, y en los cementerios de los pueblitos cochabambinos todavía se reúnen las familias a emborracharse y a alimentar a las plañideras y a los niños rezantes. Todavía la muerte se percibe como fiesta. Igual que en Méjico, donde las calaveras peludas bailan en las calles para luego ser devoradas en dulces, chocolates o panes, la muerte adorna y divierte.

En la India, el Gánges se va plagando de muertos vestidos en lino blanco que se carbonizan ante la felicidad de sus familiares. El cuerpo rodeado de flores, ardiente, simboliza la liberación del alma de esta cadena de reencarnaciones penosas. Algo así pasaba con los Vikingos, su Valhalla tenía una puerta que sólo dejaba entrar al guerrero envuelto en llamas, o luego de haber muerto en combate; Valkyrias de tetas enormes lo esperaban en una orgía interminable.

Misteriosamente - dato para la ciencia, el método y sus defensores - el 2 de noviembre que está demasiado cerca del 30 de octubre, es un día de muertos no solamente para los bolivianos, lo fue para celtas, aztecas y druidas, lo es para algunos pueblos tibetanos. Si no es una casualidad, quizás una de estas noches, como en varios cuentos, una de las puertas quede abierta, y puedan ver entre la bruma de su casa o los humos y parejas de un boliche, al muerto que aun baila, que quiere volver, al muerto para el que el Cielo aburre, el Infierno pesa demasiado y la idea de la Nada es tan insoportable como para el vivo. Al muerto que nos recuerda más que nosotros a él y que ya no teme a la muerte como yo, porque ya ha bailado con ella.












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[1] Niños hechos de pan, recuerdan a las pequeñas almitas que dejaron la tierra. Ahora se los fabrica para recordar a los adultos también.
[2] La fiesta se celebraba el día anterior a la fiesta de la santa que le da su nombre, Santa Walpurga, abadesa de la orden benedictina de Heidenheim en el 754. Se trataba de la fiesta pagana del verano que, mezclada con ciertas tradiciones, terminó convirtiéndose en la noche de brujas, all{i, se dice que suben los muertos de la tierra, los que esperan juicio, a atemorizar a los vivos.
[3] Halloween. Samhain fue el festival druida original, los cristianos clavaron encima su "Día de Todos los Santos". Dado que los celtas, como muchas culturas empezaban cada día con la puesta de sol de la noche anterior, Samhain llegó a referirse como la tarde ("evening") de todos los santos ("All Hallows"), y al contraerse las palabras en el inglés terminó como "Hallow-e'en" o el moderno "Halloween."

[4] Nirvana. El estado superior del ser. Se refiere al salón ulterior en el que penetra el alma iluminada, aquella que no tendrá que reencarnar ya más a no ser por voluntad propia. Las historias sobre Budda le atribuyen varias de estas encarnaciones voluntarias.
[5] “Los dados con los que Dios hizo al mundo, estaban cargados”.
[6] Mesa que se adorna con símbolos criollos, quechuas e inclusive urbanos. Se sirven en ella los platos que gustaban al difunto, también se incluyen libros, fotos de sus seres queridos, licores, etc.
[7] Edgar Allan Poe, “El extraño caso del señor Valdemar”
[8] Alejandro Jodorowsky. “La danza de la realidad”.

[9] Así los matan en el campo, con un puñal macizo que se hunde bajo la pata delantera izquierda, directo al corazón, el chancho sangra toda la mañana para ser cocinado en la tarde.
[10] Rueda eterna donde los pecados se repiten, uno tras otro, en la carne de los sufrientes. El asesino será asesinado, el devorador, comido.
[11] Ernesto Sábato, Abbadón, el ángel exterminador.
[12] En “Sobre Héroes y tumbas”.
[13] “El otro cielo” de Cortázar.
[14] Ver “Ficciones” de Borges.
[15] Tao es el Camino. Aquello que dice ser Tao, inmediatamente deja de serlo.
[16] Nietzche hubiese argumentado sobre lo pedante que es el hombre cuando levanta su dedo y dice “yo sé”.
[17] “Si ese ser es omnipotente, entonces cada ocurrencia, incluyendo cada acción humana, cada pensamiento humano y cada sentimiento y aspiración humana también es Su obra; ¿cómo es posible pensar en hacer responsable al hombre por sus actos y pensamientos ante tal Ser todopoderoso?” Albert Einstein.

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