jueves, 14 de diciembre de 2006

Saturno sin hijos


Saturno, pintado en el sudor de Goya, conocido en el Lugar sin Tiempo. El cuerpo sangriento que se rasga en la muela, él, horror de Dios, comiéndose sus hijos, sus semejantes, los días y las noches. Comiéndonos la muerte, el pestañeo del tiempo irrecuperable, mordisco del tiempo en nuestro cuello.

El anillo alrededor de la esfera, la cárcel asteroidal, pena para semejante filicidio. Aprisionado, como esfera de gas y piedra, pagar por comer sin piedad. Pagar con tornados que horadan las horas y fuego que marca la espalda.

El universo como manto, negro a nuestros ojos, dorado al ojo de cualquier ángel, manto que se turba y enrolla sobre pesadas y misteriosas masas, sobre tiempo inconclusos, gusanos que atraviesan los sueños, la carne inservible, y agujeros negros de ida sin vuelta.

Allí busco el tiempo que se comió Saturno, el tiempo que no vuelve, una vez encontrado el Primer Lugar, la ciencia del hombre caerá, inútil para siempre. Regresaremos, Saturno llorará por sus hambres, temerá sus miedos, no tendrá ya más que comer.

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